Día 28 de abril, domingo: 4º día de la novena. Domingo
de la Divina misericordia.
Les enseñó las
manos y el costado.
Comentario:
En el centro de este domingo, que San Juan
Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de
Cristo resucitado. Toquemos en este día el corazón de nuestro Santo Cristo.
Solamente colocándose como Tomás en el corazón de Dios, uno recobra la fe y
reorienta el sentido de su camino como creyente en las entrañas de la Iglesia,
en la que hemos nacido en la fe.
Del
Papa Francisco. Gaudete et exultate. 151, 153.
Recordemos que «es la contemplación del rostro de Jesús muerto y resucitado
la que recompone nuestra humanidad, también la que está fragmentada por las
fatigas de la vida, o marcada por el pecado. No hay que domesticar el poder del
rostro de Cristo». Entonces, me atrevo a preguntarte: ¿Hay momentos en los
que te pones en su presencia en silencio, permaneces con él sin prisas, y te
dejas mirar por él? Si no le permites que él alimente el calor de su amor y de
su ternura, no tendrás fuego, y así ¿cómo podrás inflamar el corazón de los
demás con tu testimonio y tus palabras?
Mira tú historia cuando ores y en ella encontrarás tanta misericordia. Al
mismo tiempo esto alimentará tu consciencia de que el Señor te tiene en su
memoria y nunca te olvida.
“Por
tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y
en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y
por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio).
Oración:
Oh
Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de
la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus
siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén
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