Viernes Santo
En todo el relato de la Pasión de Jesús, tan lleno de mezquindades, odios
y violencia, hay un trasfondo que anticipa su victoria. Ante él, al pronunciar
su nombre divino, se postran quienes habían ido a apresarle.
El gran sacerdote
profetiza que vale más que un solo hombre muera por el pueblo. Pilatos, que no
sabe reconocer a la verdad que tiene ante sí, presenta a Jesús como el rey de
los judíos y como el hombre que todos deben contemplar. Jesús muere cuando su
misión se ha cumplido totalmente, y su última exhalación evoca ya el Espíritu
que soplará sobre los discípulos.
Para mucha gente hoy es el día en que el sentimiento religioso se vive más a flor de piel. Es fácil compadecerse de Jesús y conectar su sufrimiento con tanto dolor que vivimos en primera persona o que vemos que existe por todo el mundo.
Pero no tenemos que quedarnos en la superficie. El mensaje del Viernes Santo es este presagio de victoria, este sentido escondido en el corazón de la aparente falta de sentido de las injusticias, la violencia y la muerte que parecen invadirlo todo, pero no tienen la última palabra.
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