"Fueron corriendo al portal y encontraron a María, a José y al Niño"
¡Qué sucia y qué fea estaba la tierra en el tiempo de Jesús! La
corrupción era una mancha que se extendía como pandemia insaciable. Se necesitarían diluvios interminables de agua y fuego para limpiar aquel ambiente irrespirable. Pero no
hubo diluvio de fuego y agua. Diluvió
la gracia y la misericordia de Dios, el fuego del Espíritu y el amor de
Dios. Y así fue la Navidad. Dios mismo vino a los hombres.
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Portal de Belén. |
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Anunciación y apóstol Santiago |
Por eso, Dios y hombre ya
no serán rivales ni distintos; en Cristo se identifican. «Reconoce, cristiano, el amor de Dios, y reconoce
tu dignidad» (cf. S. León Magno).
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San Martiño, misericordioso |
En aquella
época esperaban al «Maestro de Justicia».
En Jesús se cumple esta esperanza, pero más. En él se cumple toda
justicia. Una justicia
que significa: respeto
y promoción humana: nadie «descartado»;
misericordia para con todas las «miserias»
humanas; libertad, para que nadie sufra exclusión u opresión; alegría, porque la vida es hermosa para todos,
digna de ser cantada; paz que se abraza con la justicia; gracia, en derroche. La prevalencia de la ternura,
la cercanía, la amistad.
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Santa Eufemia recibe la Buena Nueva |
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San Rosendo, proclama la gran noticia |
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Beato Sebastián Aparicio con la rueda comunicando bondad |
La celebración de la Navidad tiene que ser viva y
comprometida. Para vivir la Navidad se necesita: salir fuera, a las periferias, para descubrir dónde está naciendo
Jesús; hacerse
pequeño, como Jesús; empobrecerse,
viviendo austera y solidariamente, como
Jesús; acompañar a los que siguen siendo rechazados y «descartados», como lo
fue Jesús; denunciar a los Poderosos y
Herodes que son causantes de tanta pobreza y tanto sufrimiento; preparar en tu casa
la cuna de Jesús, con las tablas (cuatro) de la Fe - Pobreza - Humildad - Caridad.
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Santa Mariña nos rocía con el agua bendita |
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San Francisco Blanco, humilde él, se incorpora al belén |
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