7º Día de la Novena al Santo
Cristo de Ourense
Camino del Calvario. Lc. 23, 26 –
28.
“Hijas de Jerusalén, no lloréis por
mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos”. Señor, que te siga, llevando mi
cruz; y que ayude a los demás a llevar las cruces de cada día.
Llevar la cruz de cada día, desear cruces más llevaderas,
desear las ajenas por su apariencia de facilidad... La vida verdadera se
encuentra en la cruz de cada día, que el mismo Jesús nos ayuda a llevar,
convirtiéndose para cada uno en cireneo misericordioso. Dios quiere ayudarnos
por su Hijo. Ojalá que lo permitan nuestra fe y confianza en el Señor. “¿No es el hijo del carpintero?... Solo en su
tierra y en su casa desprecian a un profeta.. Y no hizo allí muchos milagros,
por su falta de fe” (Mt. 13, 54 – 58).
Los
judíos lo entendieron todo materialmente: es decir, no lo entendieron. La fe de
los judíos les impide dar alcance a la perspectiva sobrenatural de las acciones
de Jesús. Jesús, con esas palabras, con esas acciones, con esas realidades materiales
quiere comunicarnos la Eucaristía, que sólo entendemos por la fe: la necesidad de
comer su propia carne y beber su propia sangre para tener vida en nosotros. La
Eucaristía es el sacramento de la compasión de Dios para con todos nosotros.
Hoy
comprendemos la clara alusión a la Eucaristía. Pero podemos preguntarnos,
¿creemos realmente lo que dijo Jesús? “Si no coméis, no tendréis vida”. No es
posible llamarse cristiano sin la Eucaristía. “Señor, tú tienes palabras de
vida eterna”. La Eucaristía es pan para levantarnos, pan para reparar fuerzas,
pan para salir de nosotros mismos, pan para abrirnos a Dios y a los hermanos,
pan para hacer de nuestra vida una vida de entrega con Jesús.
“Por tu pasión y muerte en cruz, bendito
Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo
Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la
Iglesia (breve silencio).
Oración en tiempos difíciles: Cristo, que en la Eucaristía nos das la medicina de la inmortalidad y la
prenda de la resurrección, − concede la salud a los enfermos y el perdón a los
pecadores. Apiádate de nosotros, Señor.
Oración: Oh Dios, que quisiste que tu
amantísimo Hijo sufriese por nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de
nosotros la tiranía del enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia
de la Resurrección. Por Cristo Nuestro Señor. Amén
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