Día 2 de mayo, miércoles: 8º día de la
novena.
El
que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.
Comentario:
Casi
al final de nuestra novena, en el evangelio de hoy, el Señor nos anima a estar
unidos a él para dar fruto abundante. Es necesario enraizar nuestra vida
cristiana en la unión con Cristo, a través de la Eucaristía, de la lectura de
la Palabra de Dios, de su presencia en los hermanos. Que la contemplación de Cristo
crucificado nos sirva como aliento para superar las dificultades que nos
encontremos en nuestra vida de cristianos.
Del Papa Francisco, E.G. 264:
La primera motivación para
evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser
salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más. Pero ¿qué amor es ese que
no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo
conocer? Si no sentimos el intenso deseo de comunicarlo, necesitamos detenernos
en oración para pedirle a Él que vuelva a cautivarnos. Nos hace falta clamar
cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra
vida tibia y superficial. Puestos ante Él con el corazón abierto, dejando que
Él nos contemple, reconocemos esa mirada de amor.
¡Qué dulce es estar frente a
un crucifijo, o de rodillas delante del Santísimo, y simplemente ser ante sus
ojos! ¡Cuánto bien nos hace dejar que Él vuelva a tocar nuestra existencia y
nos lance a comunicar su vida nueva!
“Por tu pasión y muerte en cruz, bendito
Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la muerte”. Pidamos al Santo
Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las intenciones de toda la
Iglesia (breve silencio).
Oración:
Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por nosotros el
suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del enemigo, concédenos
a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por Cristo Nuestro
Señor. Amén.
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