4º día de la novena: viernes de
la III semana de Pascua
28 de abril
Vivir
para Cristo, alimentada la fe en Cristo inmolado por nosotros.
La Creación del hombre y de la mujer. Adán duerme con el costado abierto desde el que Dios ha tomado su costilla para darle cuerpo a Eva. Ella ya está de pie junto a él, recibiendo el aliento de vida, simbolizado en el blanco del Espíritu y en la sangre figurada ya en el cáliz que da vida (Marko Rupnik, Manrresa).
La eucaristía es comunión con Cristo
En el texto evangélico, los judíos se preguntaban: ¿Cómo puede este darnos a beber su sangre? Ellos murmuraban. Nosotros (la Iglesia) no podemos murmurar porque sabemos todo lo que ha hecho el Señor para darnos su cuerpo y su sangre: entregar sin reservas su vida en la cruz. Y los cristianos sabemos que su pan es verdadera comida y su sangre verdadera bebida, sin ningún ápice de simbolismo, sino desde el realismo dogmático de la transubstanciación. Si no fuese verdadera, no sería posible la inhabitación trinitaria que se realiza cuando un cristiano recibe la sagrada Eucaristía. La eucaristía es comunión con Cristo: Habita en mí y yo en él. La preciosa expresión el que me come vivirá por mí, se puede traducir también para mí. Es decir, el cristiano vive por Cristo y para Cristo. Y Cristo vive por el Padre.
“Por tu pasión
y muerte de cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y en la
muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y por las
vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada. Momento de silencio.
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