SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
25 – XII – 22
La fiesta de Navidad, se empezó a celebrar como tal en el siglo IV, cuando tomó el lugar de la fiesta romana del “Sol invictus”, el sol invencible; así se puso de relieve que el nacimiento de Cristo es la victoria de la verdadera luz sobre las tinieblas del mal y del pecado. Pero el que le dio un intenso clima espiritual fue San Francisco y su pesebre viviente. Probablemente San Francisco se inspiró para celebrarlo en su peregrinación a Tierra Santa y en el pesebre de Santa María la Mayor en Roma.
«No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la
alegría grande para todo el pueblo». «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor».
Hagamos nuestras las
palabras y sentimientos de S. León Magno: Alegrémonos. No puede haber lugar para
la tristeza, cuando acaba de nacer la vida… Alégrese el santo, puesto que se
acerca la victoria; alégrese el pecador, puesto que se le invita al
perdón.
Paradójicamente,
Jesucristo vino a los suyos y no le recibieron. La Navidad conlleva este hecho
paradójico. No encontró lugar en el mundo. También hoy puede ser rechazado o
abandonado por el individualismo, el egoísmo, por el relativismo o por la
ignorancia. ¿Qué quiere decir esto? Que también hoy podemos actuar de la misma
manera, rechazando y no aceptando a Dios en nuestra vida
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