Domingo de Ramos:
Una
esperanza en carne viva
Este domingo,
llamado “de Ramos” nos sitúa en el pórtico de los días santos de nuestra
redención. Es un reto importante situarnos adecuadamente para vivirlos con
autenticidad. Se trata del máximo drama de la humanidad, el de su propia
redención. La Iglesia, ya desde sus inicios, se sintió convocada el domingo por
el mismo Señor para celebrar el misterio pascual, y la Iglesia madre de
Jerusalén comenzó a conmemorar los sucesos de la redención en los mismos
tiempos y lugares en que acontecieron. Así nació la celebración semanal y anual
de la pascua. El domingo de Ramos es a un tiempo “pórtico” de la pasión y
“síntesis” de ella. El amor padecido y sufrido es garantía de veracidad de ese
amor: un “reino” al revés, que no llega a caballo sino montano en un simple
asno y lo aclaman los pobres y sencillos, nunca los poderosos ni los sabios.
La cruz de Cristo
no es solo un suceso histórico, sino la más formidable contrahistoria del mal.
En la cruz, Cristo se hizo vencedor haciéndose víctima, recorriendo el camino
contrario a los deseos de poder y dominio. En la cruz, la Omnipotencia se hizo
impotencia. Se abajó, se anonadó siguiendo el camino contrario al odio y al
orgullo. Es un camino inaudito; a nadie se le ocurre ganar perdiendo, o
triunfar mediante el fracaso personal, o afirmar a los demás desafirmándose a
sí mismo, o exaltar a los otros en el rebajamiento de sí mismo. Esta es la
“sabiduría” y la “fuerza” de Dios en Cristo: no devolver mal por mal.
Representa el triunfo del amor sufrido, por eso la esperanza se hace carne
viva, sufriente, entregada. En la cruz, Cristo amó uniendo dos extremos, la
máxima ofensa y el máximo amor. Y quiso que ese mismo suceso, singular y único,
perdurase siempre y fuese celebrado, ¡el mismo! Por todos sus seguidores. Creer
en Jesucristo es adorar su cruz, no la de palo, sino la de su amor total. La
cruz, el amor en la indiferencia y la contrariedad es el distintivo de los
seguidores de Jesús. Y es lo que verdaderamente celebramos ahora los cristianos
si realmente somos seguidores del Crucificado (Pastoral diocesana).
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