Día 1 de mayo, sábado:
7º día de la novena.
El Evangelio del sufrimiento – María.
Este sábado deseamos permanecer con María, Madre de Jesús
y Madre nuestra, a los pies del Calvario. S. Juan Pablo II, gran enamorado de
María, nos ayudará hoy a redescubrir la particularísima participación de
nuestra Madre Celeste al Evangelio del sufrimiento mediante sus numerosos e
intensos sufrimientos y la sobrenatural fecundidad para
los fines de la salvación universal que ésta ha tenido. Escuchemos de nuevo
aquellas palabras de Jesús a San Juan desde la cruz como si fuesen destinadas a
cada uno de nosotros: “Mujer, ahí tienes a tu hijo … hijo, ahí tienes a tu
Madre”.
De S. Juan Pablo II:
“Salvifici doloris” 25.
Es ante todo consolador —como es evangélica e
históricamente exacto— notar que, al lado de Cristo, en primerísimo y muy
destacado lugar junto a Él está siempre su Madre Santísima por el testimonio
ejemplar que con su vida entera da a este particular Evangelio del sufrimiento.
En Ella los numerosos e intensos sufrimientos se acumularon en una tal
conexión y relación, que si bien fueron prueba de su fe inquebrantable,
fueron también una contribución a la redención de todos.
Más aún, después de los acontecimientos de la
vida oculta y pública de su Hijo, indudablemente compartidos por Ella con
aguda sensibilidad, fue en el Calvario donde el sufrimiento de María
Santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente imaginable
en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y
sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida
al Calvario, su «estar» a los pies de la cruz junto con el discípulo amado,
fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo,
como por otra parte las palabras que pudo escuchar de sus labios fueron como
una entrega solemne de este típico Evangelio que hay que anunciar a toda la
comunidad de los creyentes.
Testigo de la pasión de su Hijo con su presencia
y partícipe de la misma con su compasión, María Santísima ofreció una
aportación singular al Evangelio del sufrimiento, realizando por adelantado la
expresión paulina citada al comienzo. Ciertamente Ella tiene títulos
especialísimos para poder afirmar lo de completar en su carne —como también
en su corazón— lo que falta a la pasión de Cristo.
“Por
tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y
en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y
por las intenciones de toda la Iglesia (
Oración
Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por
nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del
enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por
Cristo Nuestro Señor. Amén
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