Día 2 de mayo, domingo: 8º día de la novena. V domingo de Pascua.
El Evangelio del sufrimiento – los Santos.
En este V Domingo de Pascua la liturgia nos propone el evangelio de la vid y los sarmientos y S. Juan Pablo II nos recuerda en su Carta Apostólica (de una forma casi profética respecto a su propia vida y al evangelio del sufrimiento que él mismo proclamó) que los santos respondieron con su sufrimiento personal a la llamada que Cristo les hizo a seguirlo. Ellos fueron y nosotros estamos llamados también a ser esos sarmientos que, unidos a Cristo-Vid, producen fruto abundante para la vida eterna. El papa llega incluso a afirmar algo que resulta escandaloso para los oídos del mundo de hoy: que el sufrimiento no solo no es algo inútil, si no que es una gracia especial que acerca interiormente al hombre a Cristo.
De S. Juan Pablo II:
“Salvifici doloris” 26.
A través de los siglos y generaciones se ha
constatado que en el sufrimiento se esconde una particular fuerza que acerca
interiormente el hombre a Cristo, una gracia especial. A ella deben su profunda
conversión muchos santos, como por ejemplo San Francisco de Asís, San Ignacio
de Loyola, etc. Fruto de esta conversión es no sólo el hecho de que el hombre
descubre el sentido salvífico del sufrimiento, sino sobre todo que en el
sufrimiento llega a ser un hombre completamente nuevo. Halla como una nueva
dimensión de toda su vida y de su vocación. Este descubrimiento es una
confirmación particular de la grandeza espiritual que en el hombre supera el
cuerpo de modo un tanto incomprensible. Cuando este cuerpo está gravemente
enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de
obrar, tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la grandeza
espiritual, constituyendo una lección conmovedora para los hombres sanos y
normales.
La respuesta que llega mediante esta
participación, a lo largo del camino del encuentro interior con el Maestro […]
Es una vocación. Cristo no explica abstractamente las razones del sufrimiento,
sino que ante todo dice: «Sígueme», «Ven», toma parte con tu sufrimiento en
esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento.
Por medio de mi cruz. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose
espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico
del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a nivel humano, sino a
nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel de Cristo
aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace,
en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su
sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual.
“Por
tu pasión y muerte en cruz, bendito Cristo de Ourense, ampáranos en la vida y
en la muerte”. Pidamos al Santo Cristo de Ourense por nuestras intenciones y
por las intenciones de toda la Iglesia (breve silencio).
Oración:
Oh Dios, que quisiste que tu amantísimo Hijo sufriese por
nosotros el suplicio de la Cruz para arrojar de nosotros la tiranía del
enemigo, concédenos a tus siervos, conseguir la gracia de la Resurrección. Por
Cristo Nuestro Señor. Amén
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