7º día de la novena, lunes de la IV semana de Pascua.
Dar la Vida para recobrarla de nuevo.
La tentación de buscar otros dioses
«Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo…». Jesucristo es la encarnación y manifestación del amor de Dios. Pero ese Dios se ha encarnado, se nos ha manifestado en la persona real de Jesucristo. Ya no se trata de un Dios lejano, sino de una persona que ha vivi do entre nosotros, que ha trabajado con manos de hombre, ha sudado y se ha cansado como cualquiera de nosotros, se ha alegrado con las alegrías humanas. Y, sobre todo, como hemos contemplado en la Semana Santa, Jesucristo ha sufrido por nosotros colgado del madero de la cruz. Y después de resucitar, Jesucristo sigue acompañando a cada uno de aquellos por los que ha entregado su vida. No le basta haber hecho un acto tan inmenso de amor; sigue amándonos, con actos constantes de entrega. Así se ha manifestado su amor personal, siendo «nuestro pastor». Dio la vida por las ovejas
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