LA CATEDREAL DE OURENSE DE LUTO
POR EL FALLECIMIENTO DEL QUE FUERA SU OBISPO
D. JOSÉ DIÉGUEZ
REBOREDO
R. I. P.
Un Obispo bueno y
humilde
D. José Diéguez Reboredo fue ordenado
Obispo de Osma Soria el 28 de octubre de 1984.
En el 1987 fue nombrado Obispo de Ourense hasta el año 1996, en que sucede a
Monseñor Cerviño en el obispado de Tui-Vigo. Un grupo de 20 sacerdotes estamos
haciendo los Ejercicios Espirituales en el Santuario de los Milagros. A media
tarde del día 18 de julio del 2022 nos llega la noticia del triste acontecimiento: fallece D. José Diéguez
Rebordeo, obispo que fue de la diócesis de Ourense por un período de 9 años.
Una oración por su eterno descanso y dolor y consternación por su fallecimiento.
Era un obispo muy querido por la Iglesia
en Ourense. Hombre sencillo, humilde, desprendido. D. José Diéguez era un
hombre práctico. Estudiaba los problemas, buscaba posibles soluciones y los
proponía al Consejo de Gobierno, al Consejo Presbiteral. Luego, con suavidad,
indicaba lo que a él le parecía oportuno: casi siempre era esa la solución
válida. Su episcopado se forjó en el sufrimiento. El día de su ordenación, en
fatal accidente de tráfico, le fallecen tres familiares a los que le tenía un
profundo afecto. Nunca le oí nombrar tal acontecimiento a lo largo de su vida
episcopal: lo sufrió, lo asumió, lo incorporó a su vida sacerdotal y, con la
ayuda del Señor, lo incorporó a su episcopado.
Tengo el honor de haber sido nombrado
Vicario de Pastoral por D. José Diéguez, a propuesta del clero da la diócesi en
octubre del año 1994. Con D. José se inició en Ourense la Programación
Diocesana de Pastoral. Una de sus primeras visitas a los arciprestazgos
coincidió en el Santuario de los Milagros. Los sacerdotes le esperaban con gozo
para saludarle y darle la bienvenida. Al bajarse del coche, antes de saludar a
nadie, se dirigió al Santuario de la Virgen de los Milagros. Los sacerdotes
comentaron: “va a ser buen orensano, pues ama a la Virgen”.
Antes de finalizar su estancia en Ourense,
intentó realizar un sínodo diocesano. Se dieron los primeros pasos. Pero todo
quedó frustrado por su nombramiento como nuevo Obispo de Tui Vigo. Sucedió en
el año 1996, mes de mayo. Me invitó a que lo acompañara a la fiesta del Santísimo
en Lugo. Lo hice de muy buena gana. A la vuelta, como tenía por costumbre, me
invitó a rezar con él el rosario. Así lo hicimos. Pero el asombro me vino
cuando en el rezo del Rosario no salía del primer misterio, repitiendo
Avemarías. Yo me di cuenta de que estaba muy preocupado por algo grave. A los dos
o tres días era nombrado Obispo de Tui Vigo. De ello nada me comentó en el
viaje.
Entre otras muchas anécdotas de su
sencillez, les recuerdo esta: llegó a una parroquia para la visita pastoral.
Los feligreses ven que un sacerdote baja del autobús y pregunta por el Sr.
Cura. Nadie sabe que es el Obispo. Una mitra debajo del brazo, descubre al
sacerdote y, sonriente, le saluda con un abrazo.
Una anécdota más. Es viernes de cuaresma,
el Sr. Cura invita al Obispo a comer en el restaurante del pueblo. Sólo hay
churrasco. Pide por favor a los hospederos que les hagan cualquier otra cosa,
un par de huevos, por ejemplo. Se niegan. Una señora que contempla el caso los
espera a la puerta, los lleva a su casa, y los agasaja lo mejor que puede. Al
terminar comentaba el Sr. Obispo: “nunca tan bien me prestó una comida y nunca
me he sentido tan bien agasajado”.
Cuando por algún motivo especial debía
participar en algún encuentro con las autoridades, lo hacía con mucha
discreción, y se ausentaba sin mucho ruido. Comentaba en son de broma, “esto no
les gusta a los Srs. Canónigos, que se sienten desplazados”.
La Iglesia diocesana agradece a D. José
Diéguez Reboredo las distintas normativas pastorales y canónicas que,
debidamente estudiadas por el Consejo de Gobierno y por el Consejo Presbiteral,
eran publicadas y que conservamos como oro en paño. No era Obispo de grandes
sermones. Para estas labores solía aconsejar la elección de sacerdotes
diocesanos.
Durante su ministerio episcopal en
Ourense, la Iglesia vivía tiempos difíciles económicamente hablando. Por eso,
D. José, con esmero y valentía, intentó sanear las cuentas de cara al futuro
incierto que se presentaba. Y a fe que estaba en lo cierto.
¡D. José, en el cielo seguirá siendo
nuestro pastor bueno y solícito!
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