Domingo
4º de Cuaresma:
Una
esperanza cuidadosa
En este tiempo de
confusión y cambio mucho importa recuperar lo central y poner en valor lo que es
importante. “Tanto amó Dios al mundo…” . Aquí está todo dicho. Desbordamiento
de Dios amando, se derrama sobre el mundo en la encarnación del Hijo para hacer
redención. Inundación, desmesura del amor de Dios. Los seguidores de quien dio
la vida por el mundo debemos envolver y abrazar el mundo con la esperanza del
Salvador. De ahí que la Iglesia debe ser una comunidad apasionada por la vida
del hombre.
Iglesia, hogar
cálido para que todos encuentren motivos para seguir esperando. Cómo duele sentir Iglesias sin
calor materno, sin acogida cálida. Muchas veces “hace frío en la Iglesia”
cuando no tiene entrañas de madre, sino que enjuicia, restringe o frena. Sólo
una Iglesia madre capaz de amar en desmesura podrá engendrar, dar vida, generar
nuevos convertidos, abrir brechas en los muros de la indiferencia; Jesús se
propone en la Cruz como un signo, un signo de misericordia, de perdón, de
reconciliación. ¿Qué experiencia vives cuando miras la Cruz? ¿Te cuesta ser
acogedor, conciliador, paciente? ¿En qué momentos, con qué personas, en qué
situaciones? ¿Experimentas tu parroquia como un lugar de acogida, como un
hospital que cura a los heridos, más que un centro penitenciario? Conoces a
alguna persona que haya vivido esto? (Pastoral diocesana).
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