Domingo 3º de Cuaresma:
Una esperanza
indignada
La pandemia ha puesto en crisis todo
nuestro sistema de relaciones: con las personas, con la propia existencia, con
la salud, el trabajo, la política y, por supuesto con la religión y Dios. El
texto del evangelio nos invita a una renovación – purificación de las
relaciones con Dios desde la óptica de lo nuevo que ha venido a traer Jesús.
Purificación que afectará a los otros aspectos de nuestra vida. “Un templo sin
mercaderes”, una religión sin mercaderes, sin comerciantes, sin marchantes, sin
cambistas ni negociantes. Esta purificación del templo devuelve a la religión a
su autenticidad y su ser en espíritu y verdad.
“Una Iglesia purificada”. La Iglesia necesitada
siempre de conversión ha de sentirse interpelada, una vez más, por este texto
de carácter profético de Jesús. En la base de lo denunciado en esta
intervención de Jesús está:
• La religión. Hay
en el corazón del evangelio una crítica de nuestra “religión” sin corazón con
la que a veces se pretende “comprar” a Dios. Una religión sin fe y sin
espiritualidad; una religión alejada del sufrimiento humano y de la vida de los
hermanos.
• El reducir la
acción de Dios a lugares y Dios no es un Dios de lugares, sino de personas.
• La relación con
el dinero y con los bienes materiales. Confundimos la gloria de Dios con
nuestra gloria. El honor de Dios con los honores y títulos de los que le
sirven. El rechazo a Dios con fracasos nuestros (Pastoral diocesana).
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