La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor,
que comprende a la vez el presagio del triunfo real de Cristo y el anuncio de
la Pasión. La relación entre los dos aspectos del misterio pascual se ha de
evidenciar en la celebración de la catequesis del día.
La entrada del Señor en
Jerusalén, ya desde antiguo, se conmemora con una procesión, en la cual los
cristianos celebran el acontecimiento, imitando las aclamaciones y gestos que
hicieron los niños hebreos cuando salieron al encuentro del Señor, cantando el
fervoroso «Hosanna».
La procesión debe ser única y tendrá lugar antes de la
misa en la que haya más presencia de fieles; puede hacerse también en las horas
de la tarde, ya sea del sábado ya del domingo. Para ello hágase, en lo posible,
la reunión de la asamblea en otra iglesia menor, o en un lugar apto fuera de
la iglesia hacia la cual se dirigirá la procesión.
Los fieles participan en esta procesión llevando en las manos ramos de palmeras o de otros árboles. Los sacerdotes y los ministros, llevando también ramos,
preceden al pueblo. La bendición de ramos o palmas tiene lugar en orden a la
procesión que seguirá. Los ramos conservados en casa recuerdan a los fieles la
victoria de Cristo, que se ha celebrado con la procesión.
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