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sábado, 20 de febrero de 2016

La Puerta de la Misericordia


A los 70 días de su apertura


Una puerta, en la vida diaria, tiene varias funciones, todas adoptadas por el símbolo de la Puerta Santa: marca la separación entre el interior y el exterior, entre el pecado y el orden de la gracia (Mi 7,18-19); permite entrar en un nuevo lugar, en la revelación de la Misericordia y no de la condenación (Mt 9,13); asegura una protección, da la salvación (Jn 10,7).


Calle Juan de Austria


Ascenso y Rejado




Jesús dijo: “Yo soy la puerta” (Jn 10, 7). Efectivamente, tan solo hay una puerta que abre de par en par la entrada en la vida de comunión con Dios, y esta puerta es Jesús, camino único y absoluto de salvación. Solo se le puede aplicar a Él las palabras del salmista: “Ésta es la puerta del Señor: los justos entran por ella” (Sal. 117, 20).









Puerta de la Misericordia

La Puerta es Cristo


La Puerta Santa recuerda la responsabilidad que tienen todos los creyentes de cruzar el umbral: es una decisión que supone la libertad de elegir y, al mismo tiempo, el valor de abandonar algo, de dejar algo tras de sí. (cf. Mt 13, 44-46). Pasar por esa puerta significa profesar que Jesucristo es el Señor, afirmando nuestra fe en Él, para vivir la vida nueva que nos ha dado. Es lo que el Papa Juan Pablo II había anunciado al mundo el día mismo de su elección: “¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!”






Presioso corredor con Sana Eufemia al fondo


Tiendas en los sótanos d ela Catedral

Son muchos los que suben la escalinata para entrar por la puerta de la Misericordia. Algunos por novedad, otros por curiosidad y otros también por fe.


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